Ya de tardecita, cerca de la vieja estación ferroviaria de Colonia del Sacramento, Uruguay, me tocó presenciar los preparativos de la puesta a punto de los tambores para participar en las Llamadas. Junto a un clima alegre, las llamas de un fuego armado en las olvidadas vias del tren, tensaban los cueros de los tambores. Se cantaba y se reía.
Ya cayendo el sol, todo estaba listo. Se levantaron los instrumentos y las familias completas salieron, cuesta arriba, en busca del momento donde compartirían su música, sus ritos y su inmensa alegría.