Avanzado el verano, bellísima y calurosa tarde en Los Reyunos, San Rafael, Mendoza. Cada uno disfrutando a su manera, pero en minutos todo cambió. Las nubes cubrieron el cielo, el sol desaparaeció detrás de oscuras formas gigantes. Una lluvia fuerte, acompañada de granizo azotó el lugar por espacio de cuarenta y cinco minutos.
Cada uno buscó refugio como pudo. Al finalizar el temporal, todo el camping era blanco. Hubo deslizamientos de tierra y las rutas quedaron intransitables, todo estaba mojado. En una hora el sol volvió a brillar como si nada hubiese pasado. Hubo que ayudar con los niños de las carpas, buscar ropa seca, dormir en los autos y esperar al siguiente día para que las máquinas que venían desde San Rafael, despejando el camino, llegasen allí. Noche larga e incómoda. Como no hubo heridos, todo se solucionó.
La mañana, diáfana y con un sol maravilloso, ayudó para secar poco a poco todas las ropas. Lanchas semi hundidas, autos encajados en fango, derrumbes de tierra, fué el saldo del fenómeno. Pero la calma retornó y todo volvió a su cause habitual.